Una película sobre el terror estalinista y la impotencia de la justicia frente al totalitarismo

En medio de situaciones kafkianas, escenarios oscuros, personajes típicamente soviéticos y escenas lentas y opresivas que pretenden —y logran— transmitir el clima de las purgas estalinistas, la película “Dos fiscales”, dirigida por el cineasta ucraniano Sergei Loznitsa y basada en la novela del mismo nombre de Georgy Demidov, retrata las dificultades que enfrenta un fiscal que quiere cumplir con su trabajo en un régimen totalitario. A pesar de lo que muchas veces pretende mostrar el cine norteamericano, el fiscal quizás no sea —o no debería ser— el personaje más atractivo para relatar las grandes historias judiciales. Ni en Estados Unidos, ni en Argentina, ni en la Unión Soviética de 1937. Es un empleado estatal que litiga y eventualmente acusa —y para poder hacerlo, tiene que investigar— pero nada de lo que hace es a título personal. Actúa representando intereses difusos, cuyos alcance y definición varían a través de los sistemas procesales, países y épocas, pero que no se identifican —o no deberían hacerlo— ni con los del gobierno de turno, ni con los de las fuerzas de seguridad, ni con los de las víctimas de delitos.

El fiscal tiene el deber de avanzar con una imputación contra una persona individual, pero lo hace -o lo debería hacer- de manera objetiva. No tiene —o no debería tener— ningún interés subjetivo en el desenlace del proceso.

Uno de los grandes méritos de esta película es reflejar este rol con tanta precisión. Kornyev, uno de los “Dos fiscales” y protagonista de la historia, no parece interesado en combatir el régimen dominante ni apropiarse de consignas grandilocuentes. Pretende investigar una denuncia grave que llegó a su fiscalía sobre los abusos que la NKDV (la policía secreta soviética) estaba cometiendo contra los miembros del Partido Comunista local, y advertirle a su superior jerárquico sobre las dificultades que tendrá en esa tarea, por el conflicto de intereses que se presenta en cualquier lugar del mundo cuando una fiscalía local tiene que investigar a una fuerza de seguridad también local.

Pero en la Unión Soviética, incluso la voluntad de cumplir con un deber legal, podía ser considerado sospechoso y peligroso. Sobre todo si se lo pretendía cumplir con entusiasmo y compromiso. Eso ya era sinónimo de idealismo y de ahí ya se estaba a un paso de ser tildado de “agitador”, o de tener “conductas antisoviéticas” y a dos pasos de caer en el casillero de “enemigo de la revolución”. Como explica el director, Kornyev pertenecía a la generación post-revolucionaria, criada con un espíritu romántico e idealista. No podía entender que ese mundo revolucionario que le hicieron creer que existía, en realidad era una ficción. Por eso, y pese a todas las instancias que tiene para desistir de su intento por cumplir con su tarea, sigue avanzando instancias hasta llegar a Moscú para contarle con indignación al Procurador General —el segundo de los “Dos fiscales” en esta historia— lo que estaba pasando. A esa clase de personajes era a la que el régimen soviético más le temía.

En “Dos fiscales”, la fotografía, la reconstrucción de época, los personajes -tanto los principales como los secundarios- e incluso algunas escenas periféricas, están digitados y montados con suma precisión, para transmitir el clima que se respiraba en la Unión Soviética de 1937. Sólo por eso, es una película que vale la pena ir a ver. Pero “Dos fiscales” es mucho más que una buena película.

Como explica el propio Loznitsa, el terror, la persecución de aquellas personas concebidas como “enemigas”, el uso de show trials para provocar miedo y sospechas entre la población y como forma de propaganda, seguirán siendo mecanismos relevantes en la medida en que siga habiendo regímenes totalitarios al poder, en cualquier lugar del mundo. Para Loznitsa, es el miedo —tanto en términos colectivos como individuales— el mecanismo psicológico que permite y sostiene a los regímenes totalitarios. Esos patrones psicológicos se repiten siglo tras siglo, generación tras generación. Por eso, al final del día, los regímenes totalitarios son, de muchas maneras, similares. “Dos fiscales”, entonces, no sólo nos deja una gran película sino también una inquietante revelación sobre las limitaciones de la justicia y de las institucionales, frente a los totalitarismos.